viernes, 4 de mayo de 2007

Hombre y Sombra

"...y estaba tu sombra
en el momento de su transparencia
cuando parece irse
dejarnos
para ser
hombres sin vida
deshechos en tiempo..."

¿Es posible ser-en-la-tierra y andar sin sombra?

Hay un instante, un momento en el que la sombra se consume con nuestro cuerpo. En el que la sombra se aferra al ser y rompe su escisión para estar o dejar de ser aquello que camina en nosotros pero fuera de nosotros.
El hombre detenido al mediodía. Única hora en el día en la que la sombra desaparece. Sin embargo, no se encuentra fuera de nosotros, sino en nosotros. Sombra y cuerpo consumidos.
Hay otro momento, pero ya no como sombra-en-el-cuerpo, sino como sombra-fuera-del-cuerpo. Este momento se produce cuando se consigue la suprema oscuridad. La oscuridad sin matices, sin detalles, sin reflejo. La absoluta oscuridad del cuerpo a la deriva. Oscuridad fuera de la noche. Oscuridad subterránea. Entierro. Este momento lo encontramos frente al hombre bajo tierra, el hombre que ha perdido su sombra. Que ha perdido aquella escisión constitutiva que hace al uno como Uno y su Sombra.

¿El hombre detenido al mediodía es igual al hombre bajo tierra? ¿Es, acaso, ese punto de detenimiento en el que la sombra se aferra al ser, un destello de la oscuridad-bajo-tierra en medio del día?

En el medio de la hora de vida se manifiesta el desgarramiento del ser por la aprensión de la sombra al cuerpo. La oscuridad se presenta en forma de extrema iluminación. A la pura luz se aparece la muerte (oscuridad-bajo-tierra) en medio del día. La desaparición de la sombra apresada en el cuerpo a pleno día –en el eje del día– es la manifestación de la oscuridad de la vida en la pura vida. La muerte presente en la vida. La muerte contenida en la vida que hace posible la vida y la constitución bidimensional (vida-muerte) del hombre; que hace al hombre.

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