lunes, 26 de marzo de 2007

Hay que tener paciencia y aprender a esperar que la lluvia deje de caer.
Amanecí con el deseo de escribir y me encontré en medio de una tormenta, bajo el portal de un edificio observando el diluvio. Qué facil dejar de ser partícipe del tiempo por un instante y transformarse en espera solamente.
Son las once de la mañana y el cielo gris hace que el día no pueda iluminarse. Lo interesante, es que no se parece ni al atardecer ni a la noche. El día es gris, oscuramente gris, pero diferente. El cielo parece estar metalizado. ¿Estará el sol detrás de la tormenta?
Poco a poco la vereda se confunde con la calle. Sube el agua. Todo se está inundando. ¿Cuánto tiempo tendré que esperar en esta esquina?
Dos chicos pasan completamebte empapados delante mío. No les importa la lluvia. Ni este cuerpo confundido con un portal. Gris. No les importa. Al amor no le importa la lluvia, ni los truenos ni las inundaciones.
¿Así se construyen las tragedias?
Cuan sencillo le resulta a la naturaleza disolver las ciudades.

1 comentario:

león herbívoro dijo...

muy buen texto.

percibo algo del Foucault de "Las palabras y las cosas".

La muerte del hombre se avecina.

Saludos.